La historia de la sudadera

La historia de la sudadera

Aunque hoy la veamos como una prenda básica, cómoda y urbana, la historia de la sudadera con capucha comienza mucho antes de los escaparates modernos, y tiene raíces que se hunden tanto en la Edad Media como en el corazón de una familia americana.

Todo empezó, de forma indirecta, siglos atrás, cuando monjes y trabajadores europeos usaban capas con capucha para resguardarse del frío en monasterios y campos abiertos. Esta necesidad funcional fue la primera semilla de lo que siglos más tarde se convertiría en una prenda icónica.

A finales del siglo XIX, en un contexto completamente distinto, los atletas de élite en Estados Unidos, especialmente los jugadores de fútbol americano, entrenaban envueltos en jerséis de lana pesados, ásperos y nada transpirables. Fue entonces cuando Benjamin Russell Jr., joven jugador universitario, empezó a quejarse de lo incómodo que resultaba entrenar con esa ropa. Tenía una idea: una prenda igual de cálida, pero más suave y ligera. Su padre, Benjamin Russell Sr., poseía una fábrica textil, y juntos comenzaron a experimentar con el algodón como alternativa. Así nació el primer sweatshirt: un jersey sin capucha, hecho de algodón, que respiraba mejor y ofrecía más libertad de movimiento.

Pero la historia no termina ahí.

En la década de 1930, fue otra empresa, Champion (entonces llamada Knickerbocker Knitting Company), la que tomó el relevo y llevó el invento un paso más allá.

 Inspirándose en la necesidad de los trabajadores de almacenes del norte de Nueva York —que soportaban temperaturas gélidas— decidieron añadir una capucha al diseño del jersey. El resultado fue una prenda versátil, protectora, y extremadamente funcional: la sudadera con capucha moderna.

Gracias a su corte holgado, podía llevarse sobre otras prendas, e incluso sobre las hombreras de los jugadores de fútbol americano. Pronto, el ejército estadounidense la adoptó como parte del uniforme de entrenamiento físico, y las universidades comenzaron a personalizarlas con sus logos, convirtiéndolas en símbolo de pertenencia.

Pero fue en los años 70 y 80 cuando la hoodie cruzó la línea entre lo funcional y lo cultural. La sudadera con capucha se convirtió en el uniforme no oficial de toda una generación: patinadores, surfistas, grafiteros, raperos y artistas callejeros la hicieron suya. No era solo una prenda: era un escudo, una declaración, una forma de identidad. Su presencia en la película Rocky (1976), durante las icónicas escenas de entrenamiento, terminó de consolidarla como símbolo de lucha, constancia y humildad.

Desde entonces, ha sido adorada, vetada, rediseñada y reinterpretada por todas las capas sociales. Las marcas de lujo la llevaron a las pasarelas, los activistas la usaron en protestas, los jóvenes la llenaron de mensajes, y los diseñadores la adoptaron como lienzo para la autoexpresión.

Pero todo comenzó con un hijo cansado de los jerseys de lana... y un padre que creyó en su idea.

Hoy, casi un siglo después, Camperwilf recoge ese legado.

En nuestra tienda, las sudaderas sin capucha (ver en tienda) y sudaderas con capucha (ver en tienda) no son solo prendas para abrigarse: son una declaración de principios. Las hemos adoptado como símbolo de libertad, movimiento y conexión con la naturaleza. Las elegimos por su historia de resistencia, por su espíritu rebelde y por lo que representan: comodidad sin renunciar al carácter, y estilo sin traicionar los valores.

Cada sudadera de Camperwilf está impresa con tintas ecológicas, producida bajo demanda (para no generar residuos innecesarios), y —como todo en nuestra tienda— planta un árbol real con tu compra.

Porque vestir bien también puede hacer bien.
Y porque seguimos creyendo que lo más salvaje siempre sobrevive.


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